Bienvenido a México 1840

FANNY: (Habla en español con un marcado acento inglés.) Cora, tráeme papel, una pluma y un tintero. También, termina de desempolvar el librero. Esta casa está llena de polvo. Ten cuidado con el arpa.

CORA: Sí, señora Fanny.

Fanny escribe una carta

FANNY: (Escribe y lee en voz alta.) ¡Todo parece pasar tan rápido desde el nombramiento de Calderón, primer ministro plenipotenciario de España en México, en virtud del Tratado de Paz y Amistad! Su misión tiene por objeto el poner término al enfriamiento de las relaciones entre España y México, dos países hermanos.

CORA: Dos países hermanos (Tose para disimular.)

FANNY: ¡Cora! La Condesa de la Barranca me  “prestó” a Cora, ¿será que también estaba destruyendo su casa? …
 
La llegada
FANNY: Salto al momento en el que por fin llegamos a las alturas desde donde se contempla el inmenso valle, alabado en todas partes del mundo, cercado de montañas eternas, con sus volcanes coronados de nieve y los grandes lagos y las fértiles llanuras que rodean a la ciudad favorita de Moctezuma, orgullo y vanagloria de su conquistador, y antaño la más brillante de las joyas, entre muchas, de la Corona Española.
 

Nos invitaron a entrar a un espléndido carruaje tapizado en oro y rojo, con el águila y el nopal bordados en oro en el cielo del coche. En medio de una inmensa procesión de tropas que portaban antorchas, coches y jinetes, ¡hicimos nuestra entrada en la ciudad de Moctezuma! Más y más coches, llenos de señoras y caballeros, se nos unían. También léperos, con harapientas frazadas y sus ojos salvajes brillando a la luz de las antorchas.

Un oficial vino para dar, en nombre del gobierno, la bienvenida al portador del ramo de oliva de la antigua España. Las tropas lanzaron tres vivas entusiastas.

(SONIDO: Ruidos de jolgorio y disparos.)

SOLDADO UNO: ¡Viva España! ¡Viva Isabel Segunda! ¡Viva el ministro de España!

EMBAJADOR CALDERÓN: ¡Viva la República Mexicana! ¡Viva Bustamante!

SOLDADO DOS: ¡Viva todo el mundo!

CORA: ¡Vaya, vaya, señores, brinden a su amistad nueva y encomienden lo demás de nosotros a Dios!

FANNY: Tuvimos que atravesar todo México antes de llegar a nuestro destino, siempre seguidos por una multitud que se componía en su totalidad de gentuza: mujeres con reboso, falda corta (hecha jirones casi siempre), sin medias, con sucios zapatos de raso blanco y hombres morenos que se echaban una frazada encima. Léperos holgazanes, patéticos montones de harapientos que piden con voz lastimera.

A causa del mal empedrado de las calles, viajamos a través de la ciudad muy despacio para gran diversión de las indias que querían saber si mi vestido era la última moda y decían que estaba yo muy guapa. Y los festejos apenas estaban empezando…

Fanny escribe una carta

FANNY: ¡Total que al fin nos instalamos! Nuestra casa, a la luz del día, nos pareció muy bonita, con su amplio jardín y profusión de rosales en el patio. Enfrente pasa el gran acueducto de Chapultepec, obra magnífica de los españoles, aunque no tanto quizás como las que surtían de agua a la antigua Tenochtitlán. A la derecha se ve un gran edificio, con jardín y un terreno plantado de olivos, donde estuvo la Legación Inglesa. Es un palacio. Después lo ocupó Santa Anna. Nos gustaría rentarlo. ¡Recibimos mucha gente! Varias de las visitas de los mexicanos exceden en duración todo cuanto pudiera uno imaginar acerca de una “visita”, pues, rara vez duran menos de una hora y a veces se prolongan hasta ocupar una buena parte del día. Si estás dormido, ¡esperan a que despiertes!  Un individuo de aspecto insignificante vino ayer poco después del desayuno. ¡Estuvo sentado tanto tiempo que se quedó a cenar con nosotros! Muchísimas de las conversaciones y situaciones son tan descabelladas que no estoy segura de entenderlas, pero asiento y me río. Recibimos anteayer la visita del obispo de Michoacán, el señor Portugal y Solís. Nos contó una anécdota sobre el presidente Santa Anna que ocurrió cuando él, el obispo, era ministro de gabinete…

OBISPO: Yo había ido, con cita previa, a ver al presidente para consultarlo sobre algunos asuntos importantes. Acabábamos de comenzar la reunión, cuando Santa Anna se levantó y salió de la habitación. Yo esperé y esperé, pero el presidente no volvió. Entonces llamé al ayudante de campo.

AYUDANTE DE CAMPO: ¡Ordene usted!

OBISPO: ¿Puede decirme cuánto tiempo tengo que esperar que regrese el presidente?

AYUDANTE DE CAMPO: No sé, porque Su Excelencia ha ido a visitar a Cola de Plata. 

OBISPO: ¿Y quién es Cola de Plata? 

AYUDANTE DE CAMPO: El gallo favorito de Su Excelencia. Fue herido esta mañana en una pelea que ganó, y ahora lo asiste personalmente. 

FANNY: El obispo poco después envió su renuncia. 

Se da el lujo de preocuparse por su gallo, si ya perdió la mitad de México y la mitad de su pierna izquierda.

CORA: (Suelta la carcajada.) ¡Ja, ja, ja!

FANNY: ¡Cora! ¡No interrumpas!

CORA: ¡Una disculpa, señora Fanny!

FANNY: Últimamente, nos han visitado el señor Carvajal y su esposa Crescencia, personajes muy curiosos. Siempre están de acuerdo entre ellos, casi tanto como Polonio lo estaba con Hamlet.

CORA: ¿Quiénes son esos?

FANNY: Cora, déjame continuar. La señora Crescencia, que solo tiene diecinueve años, me cautivó desde el primer momento. Ella tenía catorce cuando el cólera llegó a Veracruz. El ejército de Santa Anna trajo la enfermedad a la ciudad. Murió por esta epidemia el cinco por ciento de la población, incluyendo la familia de Crescencia. Aunque quedó huérfana, al menos heredó la hacienda y la fortuna familiar. Era una joven de quince años cuando se casó con Santiago. Él también me cautivó, pero por otros motivos. Es un tipo de personaje que abunda en México, de baja calaña y con mucha astucia para ascender a lo más alto de la sociedad. Casualmente, estoy esperando a Crescencia, vendrá a visitarme, con lo que quedaré obligada a “pagarle” la visita: ¡es un círculo vicioso!

¡Cora, asísteme para arreglarme!

He notado lo poco que se arreglan en la mañana ciertas damas que la reciben a una en camisa… Nuestros ojos europeos se sorprenden ante las impropiedades al vestir.

CORA: Los míos se sorprenden al ver que nunca se despeina, señora.

FANNY: Ay, Cora, no debes ser irreverente. Una debe de arreglarse dependiendo de la hora, el lugar y la importancia de la visita. Debo mostrar respeto por la señora Carvajal. Pásame el espejo, quiero verme mientras me arreglas el cabello.

CORA: (Canta desenfadada un jarabe.)

FANNY: ¿Qué cantas? ¿A qué viene esa letra? ¿Juegas conmigo porque crees que no entiendo?

CORA:  ¡Nooo, Señora Fanny! (Tararea y canta.)

FANNY: ¡Ay! Cora, ¡fíjate! ¡Cora, compórtate!

CORA: Sí, señora. (Sigue cantando.)

FANNY: ¡Déjame! ¡tardas mucho y me jalas el cabello! Vete a cantar.

CORA: Sí, señora Fanny. (Canta fuerte.)

FANNY: ¡No cantes, deja de hacerte la desentendida! ¡Pareces francesa, Cora! … ¡Ay! Has dejado a la señora Carvajal esperando en la puerta.

CORA: Señora, ¿para qué se apura? Ahorita le abro…

FANNY: Compórtate durante la visita, Cora. ¡No espíes! Recuerda que la cortesía es la mayor muestra de cultura.

CORA: (Sale repitiendo, burlona.) La cortesía…

 ¡Hay que ver a la señora Crescencia! No es bonita, pero sus joyas sí lo son. Es tan joven la palomita… Y tiene una de las casas más hermosas de México. Llegó como una reina en el carruaje de plata y oro de Santiago, comprado, dicen y yo repito, con dinero del juego y quién sabe de qué otras cosas. (Canta.)

FANNY: Discúlpeme, señora Crescencia. Las casas aquí son tan grandes. Y los sirvientes no están entrenados para anunciar a las visitas. Siéntese. ¿Cómo está usted?

CRESCENCIA: Para servirla. ¿Y usted? ¿Está usted bien?

FANNY: Sin novedad… Para servirla.

CRESCENCIA: ¡Cuánto me alegro! ¿Y cómo está usted?

FANNY: A su disposición. ¿Está usted bien?

CRESCENCIA: Sí, gracias, ¿y el señor?

FANNY: Sin novedad y para servirla. Sírvase usted sentarse.

CRESCENCIA: Señora, usted primero.

FANNY: Primero usted…

CRESCENCIA: Después de usted.

FANNY: ¡Sin ceremonias, soy enemiga de las etiquetas!

CRESCENCIA: ¿Cómo estuvo su viaje a México?

FANNY: Fue de lo más agradable. Un poco largo, de a ratos. Los criados y el equipaje llegaron tarde, pero llegaron. Los ladrones se mezclaron con la multitud y nos siguieron con la esperanza de saquearnos. Pero todo salió bien.

CRESCENCIA: ¿El embajador se encuentra en casa?

FANNY: Él está reunido con el secretario de Estado y los ministros de la Guerra y del Interior. Calderón dejó a dos de sus escoltas conmigo, dos viejos soldados inválidos; total que me sentiré más segura después de lo que ocurrió ayer.

CRESCENCIA: ¿Qué ocurrió?

FANNY: ¡Ah! Después de un paseo a caballo, Calderón y varios caballeros tomaban café y fumaban en el balcón. Observaban a un grupo de personas, hombres y mujeres del pueblo, al parecer divirtiéndose, riéndose a veces, otras disputando y dándose de manotazos.

De repente, uno de los hombres salió corriendo y trató de escapar saltando por encima de la pequeña pared que sostiene los arcos del acueducto. Al instante, otro hombre fue detrás de él, y con toda sangre fría sacó su cuchillo y se lo clavó en la espalda. Cayó el hombre dando un gemido. Una mujer, quizás la del mismo asesino, le dio de puñaladas en el corazón mientras los demás del grupo, sin proferir una sola palabra ni tomar parte, se limitaban a mirar con los brazos cruzados, con una plácida sonrisa de indiferencia. 

CRESCENCIA: Son cosas de léperos, se acostumbrará usted.

La semana pasada tomé el té con la Señora de Gorostiza. Mientras su esposo era ministro en Londres, asistió a un baile de máscaras y elegantes vestidos de noche ¡y decidimos hacer un baile como ese a beneficio de los pobres!  Fanny, espero que Calderón y usted puedan venir. La Señora de Gorostiza me envió a su criada para que me diera todos los detalles del baile. 

FANNY: No me lo perdería, señora Crescencia.

CRESCENCIA: Poco tiempo después, la Señor de Gorostiza me informó que nuestro portero, ¡el que le había abierto la puerta a la criada!, era un ladrón de mala fama, a quien la policía había estado buscando durante mucho tiempo. 

FANNY: ¿Y qué hizo Santiago? 

CRESCENCIA: Me dijo que él está a cargo de la casa y que yo no debo preocuparme por eso

Solo tengo que disfrutar el té con las señoras, pero ellas son la vieja aristocracia virreinal y mi familia era criolla. No estoy segura de que yo pertenezca. Me dice Santiago que puedo desentenderme de este pensamiento y él honrará nuestros nombres con estatura y riqueza…

Manati

(Sonidos de pasos. Servicio de platos de té. Pausa. Las voces de Fanny y Crescencia bajan y solo se sienten susurros. Ambas cambian su tono de formal a informal. Sonidos de pasos. Se cierra la puerta.)

CRESCENCIA: Ahora que estamos solas, te diré algo. ¡Pero no puedes contarle esto a nadie! (Tono chismoso.) Supimos de buena fuente, no por las criadas, no se fíe de ellas, Fanny, inventan cada calumnia… Y muchísimo menos de esta Cora, Fanny, la Condesa la hizo a su imagen y semejanza, es un demonio igual que ella. Por algo se la envió, querida…

FANNY: Lo venía sospechando. No me deja de espiar.

CRESCENCIA: Pero volviendo al tema, supimos… Ya sabrá usted que Santa Anna tiene fama de ser un mujeriego irredimible que ha tenido tórridos romances con varias esposas y amantes de sus oficiales… Una de ellas, Manatí (hasta el nombre es repugnante) es tan escandalosa como él. El día de su santo, Santa Anna le envió a esta Manatí, que también es amante del comandante en jefe, un regalo que consistía en ¡una caja con tres bandas de general! Con la súplica de que ella misma las pusiera a los que considerase más merecedores del grado. La tal Manatí colocó ella misma las bandas a sus favoritos y armados caballeros en su propio boudoir. 

Moraleja: y así fueron coronados los que con sus armas triunfaron.

FANNY: Vaya, creo que es lo más descabellado que he oído desde que llegué a México…

CRESCENCIA: Escuché que uno de los amantes de la tal Manatí es el actual secretario del presidente Bustamante.

FANNY: ¡Y tan templado que me pareció Santa Anna en su hacienda Manga de Clavo!

CRESCENCIA: Cuando se trata de mujeres, no es extraño que los hombres se comporten como gallitos. 

¡Ya me tengo que ir, Santiago me llevará al paseo de la Alameda!

CORA: (Burlándose de las señoras hacia el público.) ¡Escúchenlas! ¡No hay que llevarse de los chismes de las criadas porque no son de fiar! ¡JA! ¡Y cuidado con esa Cora! ¡JA! Pero las criadas sabemos lo que vemos y oímos, claro que ellas lo tomarán como “chisme” o “buena fuente” según les convenga. ¡Buena fuente! Ay, Crescencia, con tu Santiago: ¡Las sirvientas huyen de tu gallo alto mientras tú tomas el té con las señoras

Y por favor: no se fíen de los chismes de los sirvientes o de los cocheros. No crean nada de lo que cuentan sobre las noches de reuniones clandestinas, porque ni los cocheros ni los lacayos ven ni oyen nada… no oyen sobre revueltas, ni sobre federalismo, ni sobre el regreso de Santa Anna. Nada ven ni oyen mientras esperan, trasladan y sirven a sus amos.

(SONIDO: Pasos que se alejan. Se cierra la puerta.)

FANNY: Vaya, vaya con Santa Anna… con esa apariencia de filósofo… Ha de pasar mucho tiempo antes de que un extranjero pueda darse cuenta del nivel moral de este país. Cualquiera que sea la conducta privada de los individuos, prevalece el decoro más absoluto en la conducta exterior… Con tal de que se guarden las apariencias, la costumbre ha hecho posible que vean con tolerante indiferencia las más grandes arbitrariedades políticas entremezcladas con los más bajos amoríos…