FANNY: Tuvimos que atravesar todo México antes de llegar a nuestro destino, siempre seguidos por una multitud que se componía en su totalidad de gentuza: mujeres con reboso, falda corta (hecha jirones casi siempre), sin medias, con sucios zapatos de raso blanco y hombres morenos que se echaban una frazada encima. Léperos holgazanes, patéticos montones de harapientos que piden con voz lastimera.
A causa del mal empedrado de las calles, viajamos a través de la ciudad muy despacio para gran diversión de las indias que querían saber si mi vestido era la última moda y decían que estaba yo muy guapa. Y los festejos apenas estaban empezando… ¡Total que al fin nos instalamos! Nuestra casa, a la luz del día, nos pareció muy bonita, con su amplio jardín y profusión de rosales en el patio.
Enfrente pasa el gran acueducto de Chapultepec, obra magnífica de los españoles, aunque no tanto quizás como las que surtían de agua a la antigua Tenochtitlán. A la derecha se ve un gran edificio, con jardín y un terreno plantado de olivos, donde estuvo la Legación Inglesa. Es un palacio. Después lo ocupó Santa Anna. Nos gustaría rentarlo.
¡Recibimos mucha gente! Varias de las visitas de los mexicanos exceden en duración todo cuanto pudiera uno imaginar acerca de una “visita”, pues, rara vez duran menos de una hora y a veces se prolongan hasta ocupar una buena parte del día. Si estás dormido, ¡esperan a que despiertes! Un individuo de aspecto insignificante vino ayer poco después del desayuno. ¡Estuvo sentado tanto tiempo que se quedó a cenar con nosotros!
Muchísimas de las conversaciones y situaciones son tan descabelladas que no estoy segura de entenderlas, pero asiento y me río. Recibimos anteayer la visita del obispo de Michoacán, el señor Portugal y Solís. Nos contó una anécdota sobre el presidente Santa Anna que ocurrió cuando él, el obispo, era ministro de gabinete…
OBISPO: Yo había ido, con cita previa, a ver al presidente para consultarlo sobre algunos asuntos importantes. Acabábamos de comenzar la reunión, cuando Santa Anna se levantó y salió de la habitación. Yo esperé y esperé, pero el presidente no volvió. Entonces llamé al ayudante de campo.
AYUDANTE DE CAMPO: ¡Ordene usted!
OBISPO: ¿Puede decirme cuánto tiempo tengo que esperar que regrese el presidente?
AYUDANTE DE CAMPO: No sé, porque Su Excelencia ha ido a visitar a Cola de Plata.
OBISPO: ¿Y quién es Cola de Plata?
AYUDANTE DE CAMPO: El gallo favorito de Su Excelencia. Fue herido esta mañana en una pelea que ganó, y ahora lo asiste personalmente.
FANNY: El obispo poco después envió su renuncia. Se da el lujo de preocuparse por su gallo, si ya perdió la mitad de México y la mitad de su pierna izquierda.
CORA: ¡Ja, ja, ja!
FANNY: ¡Cora! ¡No interrumpas!
CORA: ¡Una disculpa, señora Fanny!
Juan Cayetano Gómez de Portugal y Solís fue un clérigo y político mexicano que ejerció como obispo de Michoacán, ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos, senador y presidente de la Cámara de Diputados de la República Mexicana. Fue uno de los padres de la Constitución de 1824 y del Federalismo Mexicano. Antonio López de Santa Anna nombró a Gómez de Portugal Ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos de su gobierno, cargo que ejerció hasta el 25 de noviembre del mismo año, cuando renunció por oposición a diversas políticas gubernamentales.
Cuando Fanny llegó a México en 1840, el ejército de Santa Anna ya había derrotado, el general capturado en la batalla de San Jacinto el 21 de abril de 1836 y obligado a firmar un tratado concediendo la independencia de Texas. En noviembre de 1838, durante la Guerra de los Pasteles, Santa Anna perdió su pierna.